lunes, 4 de noviembre de 2013

Desmitificando el talento


"El talento se puede considerar como un potencial. Lo es en el sentido de que una persona dispone de una serie de características o aptitudes que pueden llegar a desarrollarse en función de diversas variables que se pueda encontrar en su desempeño."  -Wikipedia-

Mucho se ha escrito sobre el concepto "talento". Y digo concepto porque, a pesar de lo mucho que se habla de él como un hecho palpable, para mí no es más que eso.
A lo largo de mis años de experiencia, tanto profesional como formativa, he oído miles de veces esta palabra. La gran mayoría de las veces se usaba para definir una mera opinión o gusto particular. Su uso no discrimina entre razas, niveles sociales y culturales, y, como no, profesionales; entre eruditos e iletrados.
Más allá de su concepto base de potencialidad, el talento se ha convertido en un mito o don divino del que muy pocas personas cuentan -afortunados elegidos- entre sus aptitudes. No obstante, y paradójicamente, en función al éxito obtenido, hay sujetos que son marcados con ese sello desde que conectan con la masa social. Así, la simpatía y el atractivo se tornan factores altamente eficaces para poder recibir tan deseado apelativo.
El arte, siguiendo con la aplicación del concepto, es dependiente del espectador, oyente o, en definitiva, del receptor. El artista se expresa y el receptor valora, la mayoría de las veces, el resultado.
Y ahí está el quid de la cuestión para mí. ¿Es el arte un resultado? Evidentemente, en gran parte, lo es. Aunque, ¿dónde queda el proceso? ¿Son la eficacia, efectividad y eficiencia -relación entre resultado, energía, recursos, impacto y tiempo invertido- determinantes en esta ecuación? ¿Cuál es la cuota de responsabilidad que soporta el trabajo, el compromiso y dedicación con lo expresado y plasmado artísticamente? Disociar e independizar todos estos factores -entre otros tantos a tener en cuenta-, a la hora de usar este concepto, hace que esta potencialidad se devalúe al nivel de una mera sensación subjetiva del espectador.
Por consiguiente, ¿el talento se tiene o se obtiene? ¿Cómo podemos saber, entonces, si lo tenemos como artistas o a quién darlo como espectadores?

Para mí, el talento es la medida de la pasión, trabajo, compromiso y mejora constante que uno tiene con lo que hace.
Lo demás me resulta una mera opinión o un vano intento de jugar a ser dioses determinando quién es merecedor o no de tan deseada medalla.

lunes, 28 de octubre de 2013

Improvisaarón: el arte del gesto


Hace unos cuantos meses, tuve el placer de conocer a Aarón Gómez Rosales, como es habitual en estos tiempos, a través de Facebook. En su muro publicó un comentario en el que "compartía" o "comentaba" una situación incómoda que le había sucedido la noche anterior. Un espectador, licenciado en Arte Dramático, le hizo una critica en la que argumentaba que no era actor porque, en su opinión, tenía ciertas carencias técnicas y, además, no era licenciado. El tema fue derivando hacia si el actor nace o se hace y hacia si es necesaria una formación académica para poder crecer como artista. Debate harto desarrollado últimamente por estos lares. Innecesariamente, en mi opinión.
Esto me dio la oportunidad de conocer a la persona antes que al artista. Aarón hablaba como un profesional comprometido con su propia formación y la elección libre de ella. Se mostró humilde, apasionado y comprometido con su elección. Por mi parte, zanjado el debate ya que para mí eso es lo importante. Y, debido a la gran cantidad de comentarios animándole y felicitándole por su trabajo, despertó mi curiosidad. He de matizar que los monólogos de humor hacía tiempo que los dejé de ver por previsibles y "quemados" en cualquier medio audiovisual o espacio escénico. Aún así, le hice una promesa: "iré a verte para poder contextualizar más la conversación... Y ya hablaremos". 
Pues bien, ayer, en la excelente noche que pudimos disfrutar en el FIC (Festival Internacional Clownbaret), tuve la ocasión de verlo. Formó parte del popurrí cabaretero nocturno en el que varios artistas contaban con un tiempo reducido -15min.- para amenizar de forma más dinámica y variada la noche.
Disculpen los demás artistas (Abubukaka, ET y Macarroni, Gromic, Totó, etc.) que sólo le dedique este espacio a Aarón, pero es que la ocasión lo merece.
Lo de este chico fue algo espectacular. Se mostró como un cómico sencillo, inteligente y brillante, en ocasiones. Con una capacidad fuera de lo común para conectar con todos y cada uno de los asistentes al evento -canarios o no-. Y sí, era relevante la procedencia del espectador ya que hablaba precisamente de eso, de la "canariedad y su fauna: las doñas y los dones". Curiosamente, introdujo el tema incluyendo a los foráneos asistentes y dándoles su ración de protagonismo. Bravo. Sin duda, ya se mostró como un artista con buenas tablas. En cualquier caso, reconociendo que no paré un segundo de reírme de cada una de sus frases, no fue su mayor virtud. Monologuistas hay muchos y muy buenos. Él entre ellos.
Lo que sí me pareció excelente, diferenciador y genuino, fueron sus números mudos. Espacios en los que la música o diferentes extractos políticos conocidos - sirva "el pago en diferido" de María Dolores de de Cospedal como ejemplo- eran "traducidos" de manera simultánea mediante una gestualidad amplia, precisa, ácida y original. Nos mostraba tanto su forma de ver el mundo como las opiniones que éste le merece. Eso, desde mi forma de entender la escena, me parece un enorme acto de generosidad que, en ocasiones, otros confunden como momentos ideales para sus discursos panfletarios.
Aunque, si hubo un número que movió toda mi admiración -este chico tiene repertorio para rato- fue su número inicial. Nos deleitó con un particular pianista que tocaba una pieza que, por sus características, intuyo romántica. Con una silla como único elemento y una indumentaria "de andar por casa" -camiseta, pantalón de Sport y zapatillas de deporte- se dispuso a tocarla nota a nota, dedo a dedo, en un ejercicio de pantomima clásica "de libro". No conforme con eso, lo enriqueció con una gestualidad exacta, a veces istriónica, y con matices corporales y pequeñas improvisaciones absurdas -al estilo me refiero- que transformaban la pieza en un ejercicio de virtuosismo creativo y cómico fuera de lo común.
En definitiva, y para no desmembrar demasiado el espectáculo,  si tienen la oportunidad de verlo, no se lo pierdan. Porque si lo hacen, quizá se pregunten lo mismo que yo al terminar: ¿Por qué no hice todo lo posible por verlo antes? Más aún cuando, por desgracia, lo vi el día que menos tiempo disponía para mostrar su trabajo completo.

Y, sí, Aarón, no es necesario estudiar una carrera para ser un excelente profesional de la escena. Lo que sí es imprescindible es saber la importancia de una bella factura artística, de una ejecución digna y de un compromiso para con el público. No todo vale como algunos pretenden defender, y tú me pareces un magnífico ejemplo de ello. Gracias por esos 15 minutos. Espero que pronto pueda darte las gracias por, al menos, una hora. Aunque esa vez, eso sí, en persona...

lunes, 16 de septiembre de 2013

"Si me lo aprendo perfecto perderé naturalidad"



Seguramente, si lees esto y has tenido que hacer una presentación, eres actor o tu trabajo se basa en comunicar un texto o discurso frente a un público X, sabrás de lo que hablo. Ya sea por lo visto o experimentado, lo sabrás..
Existe una especie de creencia, llegada incluso a inculcarse de forma docente, de que es mejor hacerse un guión de lo que se va a hablar, pero no aprendérselo al pie de la letra. ¿Motivo? El texto dicho desde la memoria suena falso e impersonal, mientras que si lo decimos con las palabras del momento suena freco y natural. Cruel dicotomía. En consecuencia, sólo tenemos dos salidas: o salir con una idea y ser natural, espontáneo y atractivo, o mostrarnos como un robot insensible, memorizado y tenso.

La elección está clara, ¿no? ¿Qué elegirías tú? En este caso yo también lo tendría claro.
Ahora bien, ¿desde cuando guarda relación una cosa con la otra? Si tras el paso inicial y más básico,  seleccionar contenidos y aprenderse bien el texto o discurso, suenas monótono, insulso y aburrido, no se deberá al proceso memorístico. Posiblemente, lo que ocurra será que no has  trabajado lo suficiente cada uno de los pasos siguientes. Sobre todo, los de preparación y ensayo.

Si perdemos nuestra organicidad no es a causa de un texto demasiado memorizado, sino de olvidarnos de que estamos comunicando situaciones, reflexiones, sentimientos, etc., a través de la palabra. Y no de cualquier palabra, sino de la palabra viva. Y ahí radica la diferencia entre decir y transmitir.
Seleccionar cada palabra es responsabilizarse de su efecto; es comprometerse con su intención final en el otro. ¿Cuándo, en pos de la naturalidad, dejamos de respetarla? Si la seleccionas, hónrala. Di esa y no otra. Creamos los discursos desde nuestros puntos de vista y experiencias, ¿hay algo más natural que eso?
Por lo tanto, si creemos y nos comprometemos con en el trabajo previo y con la construcción de un discurso vivo, y el texto que pretendemos comunicar está tan aprendido que somos capaces de hacer cualquier otra cosa (conducir, limpiar, hacer malabares, etc.), permitiremos que tanto nuestro cuerpo como nuestra mente se libere de las ataduras de seleccionar entre palabras azarosas e imprecisas, entre gestos vacíos y dubitativos, entre posibles significados e interpretaciones subjetivas. Es en ese instante cuando seremos libres de sentir, hacer, mostrar y, en definitiva, comunicar el mensaje con toda nuestra intensidad y pasión.  Podremos, incluso, crear discurso improvisado y nuevas opciones comunicativas y de relación con la audiencia sin perder de vista nuestro objetivo final: persuadir, conmover, agradar, etc. Transformaremos, así, nuestro discurso e ideas en algo vivo en continua interacción con las personas que lo reciben.
Tal vez la pereza (preparación) o el miedo al ensayo y al ridículo (práctica) justifiquen esta creencia; tal vez haya personas con un don para ser claros, concisos y coherentes desde la improvisación o el seguimiento de un guión general. En cualquier caso, si, como yo, perteneces al mundo de los mortales, te recomiendo que trabajes cada aspecto de una exposición asumiendo el control de lo que quieres transmitir (contenidos/ideas) y cómo quieres hacerlo (expresión/puesta en escena). De esta forma, te aseguro, que podrás disfrutar más cada instante vivido y gestionar mejor cada situación nueva que surja... Que serán muchas. En definitiva, podrás sentir el enorme placer de comunicar y compartir con los demás.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Curso de Oratoria: Presentaciones Eficaces



Buenos días a tod@s!
Oratoria
¿Te gustaria poder hacer una presentacion atractiva? ¿Deseas mostrarte a los demás como una persona segura y creíble? 
A todos los interesados en mejorar y optimizar sus recursos comunicativos, profesionales y personales, aquí va un curso muy interesante. David Hernández (Psicólogo, Economista, Coach & Master en PNL) y yo, Miguel Ángel Granados (Actor, Director y Coach Creativo), proponemos un curso diferente. Basado en la práctica comunicativa, pretendemos dotar a todos los asistentes de herramientas eficaces y efectivas para una comunicación placentera y de alto impacto.
Se llevará a cabo los días 7, 8, 9, 10, 14, 15 y 16 de Octubre en el CIP (Centro Internacional Politécnico) de la ciudad de La Laguna.
Descúbrete comunicando. Sorpréndete persuadiendo y enamorando!

Un fuerte saludo a todos!!

jueves, 12 de septiembre de 2013

Oratoria: el miedo escénico

Dice Ángel Lafuente en sus conferencias que el que tiene miedo a hablar en público NO es libre. Estoy totalmente de acuerdo. No lo eres si tu deseo es comunicarte en cualquiera de los niveles y ves como tus pensamientos, opiniones, pasiones o sentimientos son relegados a un segundo plano por miedo a compartirlos y/o expresarlos.
Que la exposición al público con distintos fines, en especial el comunicativo, genera altos grados de ansiedad y estrés es un hecho. Ya sea el miedo al fracaso, al "qué dirán", al no estar a la altura o al no interesar, el índice de personas que esquivan mostrarse a sí mismos o su trabajo frente a una audiencia es muy alto. En ocasiones, preocupante. Tal es ese miedo que, en otras tantas ocasiones, llegamos a dedicar más tiempo a las excusas (destaco la excusa del tiempo como una de las más frecuentes) que a lo que realmente nos lleva a lograr el éxito: la preparación.
Eliminando el mito del talento, que tanto daño ha hecho a la historia cotidiana del arte, creo firmemente que el resultado de nuestra comunicación depende única y exclusivamente de la suma de las habilidades, convenientemente trabajadas, que requiere una exposición. Estas habilidades son específicas y medibles. En consecuencia, mejorables y adquiribles. Es decir, nada que una correcta atención y dedicación no puedan desarrollar. A más trabajo mejores resultados, a mayor preparación mayor satisfacción.
El azar asusta y lo desconocido tal vez más. Sal de esa zona oscura y elimina toda creencia que te impida tomar decisiones valientes; toda excusa que te impida pasar a la acción. Si es necesario pide ayuda, fórmate, haz teatro amateur, o cualquier acción que elijas; en cualquier caso, atrévete y, sobre todo practica.
Imagínate frente a una audiencia entregada, interesada y sonriente. A ti, grande, atractiv@, seguro y apasionad@. Imagínate sus dudas y sus respuestas, tus aplausos merecidos y tu reverencia. ¿Es imaginable? Entonces es posible. Sólo necesitas creerlo tú también.
Yo tuve pánico escénico y terminé satisfecho y orgullosos la carrera de arte dramático. Recibí aplausos e hice reverencias. Fui aracnofóbico y ahora llevo una tatuada preciosa araña en mi cuerpo. Y, lo curioso de todo esto, no soy un caso excepcional. Tan sólo soy un ejemplo más. Sé tú otro en tu propia vida. SÉ LIBRE.


Verano de cuentos Sauzal 2013. Narradora oral: Isabel Bolívar. Fotografía: Brian Rodríguez Wood